ABORTO LEGAL PARA NO MORIR

ABORTO LEGAL PARA NO MORIR
“El desarrollo de la mujer, su libertad, su independencia, deben surgir de ella misma y es ella quien deberá llevarlos a cabo. Primero, afirmándose como personalidad y no como una mercancía sexual. Segundo, rechazando el derecho que cualquiera pretenda ejercer sobre su cuerpo; negándose a engendrar hijos, a menos que sea ella quien lo desee; negándose a ser la sierva de dios, del estado, de la sociedad, de la familia…”

miércoles, 30 de junio de 2010

Emma Goldman y su delito doble: Ser Anarquista y Feminista.




La rebeldía de Emma Goldman se gestó originalmente en la Rusia zarista donde había nacido el año 1869. En sus Memorias recuerda a su padre, un trabajador que vivía en el ghetto judío, como “la pesadilla de mi infancia". Su madre, continuamente brutalizada por su marido -lo que era perfectamente legal en la legislación zarista-, tenía totalmente asumido el papel de mujer sumisa y atada a las tradiciones y costumbres, como lo demuestra el hecho de que cuando Emma empezó a menstruar a los once años, le dio una sonora bofetada y un rudo consejo: “Es lo que necesita una joven cuando se convierte en mujer, como protección contra la desgracia". El padre se quejaba constantemente de que Emma no hubiera sido el niño que él esperaba y preparaba para ella un destino idéntico al que conocía su madre. No tenía por qué saber nada: “Las jóvenes no tienen por qué saber demasiado, le gritó en una ocasión, sólo deben saber preparar un buen plato de pescado, cortar bien los tallarines, y dar al hombre muchos hijos”. Desde luego, esto no era precisamente lo que soñaba Emma que era una niña muy imaginativa. Desde muy temprana edad se planteó dedicarse a la medicina, pero no tardó en comprobar que esto era prácticamente imposible. Su paso por la escuela primaria resultó brillante por su inteligencia natural, pero fue también tan conflictiva que vio denegado su permiso para acceder a la enseñanza secundaria. Tenía trece años cuando su familia se trasladó a San Petersburgo que era entonces el centro industrial e intelectual de todas las Rusias. Inmediatamente comenzó a ganarse la vida trabajando como obrera y al poco tiempo tuvo relaciones con miembros del movimiento nihilista que conocía por aquella época su apogeo, destacando en su interior una impresionante hornada de mujeres antizaristas como Vera Figner, Vera Sazsulith, Praskovia Ivanóvskaya, OIga Liubatóvicht y Elizabeth Noválskaya. No obstante, debido a su extrema juventud, su intervención en el movimiento oposicionista fue ínfima, aunque estas relaciones tensaron su vocación de rebelde. En 1884, su padre arregló a muy “Muy buen precio” su boda y creyó con ello poder domesticar al fin a su indómita hija, pero no fue así, Emma no consintió y amenazó con lanzarse al helado Volga sí la obligaban y en un momento determinado se puso de pie en el borde de uno de sus puentes. Su padre tuvo entonces que ceder, pero las tensiones con él fueron agravándose hasta que un año después Emma pudo huir hacia Estados unidos. Emma ya llevaba dos años trabajando en una fábrica donde se había sumado al feminismo de las mujeres revolucionarias que allí conoció. En Estados unidos encontró trabajo en otra fábrica y al poco tiempo después cometió la flaqueza de casarse con Jacob Kershher, un compañero emigrante suyo de trabajo, amable y cariñoso, pero a la postre un marido convencional que acabó haciéndosele insoportable. Fue durante este tiempo de recién casada cuando Emma comenzó a frecuentar indistintamente los medios anarquistas y marxistas, pero tras un breve espacio de tiempo de indecisión tomó partido por los primeros fuertemente influenciada por el caso de los “mártires de Chicago”. Desde entonces siguió el proceso en todos sus detalles, hizo campaña a favor de los inculpados y leyó todo lo que sobre la anarquía le cayó entre las manos. Cuando los acusados fueron condenados a muerte, Emma dice que se sintió como si naciera de nuevo: había que cambiarlo todo. Se juramentó dedicar desde aquel momento a la actividad revolucionaria y lo primero que hizo fue divorciarse de su primer marido.
Orgullosa representante de las mujeres que se auto designaban “Mujeres libres”. Dentro del anarquismo fueron muchas las “Mujeres libres” que como Goldman trabajaron y defendieron la igualdad. Consideraban que la libertad era el principio de todo y que las relaciones entre los sexos tenían que ser absolutamente libres. Siempre se mantuvieron en tierra de nadie. Por un lado, como estaban en contra de la autoridad y del estado, quitaban la importancia a la reivindicación de las sufragistas sobre el derecho al voto, y por otro, para ellas, la propuesta comunista –que el estado regulara la procreación, la educación y el cuidado de lxs ninxs-, era una idea, cuanto menos, peligrosa. (Sufragistas: Mujeres estadounidenses del siglo XIX que exigían el derecho al voto de las mujeres. Confiaban en que una vez conseguido éste, seria posible alcanzar la igualdad en un sentido más amplio.) Emma mantenía que, para las mujeres, el cambio no vendría de reformas como el derecho al voto. Para ella, lo importante era una revolución que surgiera de las propias mujeres, no tanto de la conquista del poder como de la “liberación” del peso de los prejuicios, las tradiciones y las costumbres. Su feminismo estaba mucho más próximo al de la década de los setenta que al de sus propias contemporáneas ya que su análisis sobre la condición oprimida de las mujeres se centraba en el problema sexual. Para Goldman, este era el arma más importante que la sociedad esgrimía contra la mujer. , Emma tiene claro que la emancipación de la mujer será obra de la mujer misma:
“El desarrollo de la mujer, su libertad, su independencia, deben de surgir de ella misma, y es ella quien deberá llevarlos a cabo. Primero, afirmándose como personalidad y no como mercancía sexual. Segundo, rechazando el derecho de cualquiera que pretenda ejercer sobre su cuerpo; negándose a engendrar hijos, a menos que sea ella quien los desee; negándose a ser la sierva de Dios, del Estado, de la sociedad, de la familia, etc., haciendo que su vida sea más simple, pero también más profunda y más rica. Es decir, tratando de aprender el sentido y la sustancia de la vida en todos sus complejos aspectos, liberándose del temor a la opinión ya la condena pública. Sólo eso, y no el voto, harán a la mujer libre.”
Fueron muy pocas las mujeres de su época las que llegaron a repudiar el puritanismo como ella. Emma estaba convencida de que el sexo era “tan vital como la comida y el aire”, y subrayó la contradicción que existía en el hecho de que las mujeres fueran obligadas por una parte a ser asexuadas y por otra, a vender su cuerpo a través del matrimonio o la prostitución pública. Llegó a estas conclusiones no a través de una sistematización teórica -aunque fue muy influida por Havelock Ellis y por Margaret Sangers-, sino a través de una ardua experiencia conseguida cuando trabajó en diferentes ocasiones como obrera y, sobre todo, cuando ejerció durante algún tiempo como asistente sanitaria. En su inquieta vida, también trató en múltiples ocasiones con “mujeres de vida fácil” en las que encontró no pocas amigas que la apoyaron y la escondieron en momentos verdaderamente difíciles cuando huía de la policía o de los pistoleros de la patronal preocupados por sus denuncias de las injusticias laborales o de otros problemas. Emma llegó a ver en estas mujeres una paradójica síntesis del problema femenino:
“No existe un sólo lugar donde la mujer sea tratada sobre la base de su capacidad de trabajo, sino a su sexo. Por tanto, es casi inevitable que deba pagar con favores sexuales su derecho a existir, a conservar una posición en cualquier aspecto. En consecuencia, es sólo una cuestión de grado el que se venda a un sólo hombre, dentro o fuera del matrimonio o a muchos. Aunque nuestros reformadores no quieran admitirlo, la inferioridad económica y social de las mujeres es la responsable de la prostitución.”
El 23 de marzo de 1915, ante una audiencia mixta de 600 personas en el Sunrise club de nueva York, Goldman explico, quizás por primera vez en toda America, como se debía usar un anticonceptivo. Fue entonces arrestada y llevada a un juicio que se convirtió en un acto espectacular durante el cual -no sin una contradicción por su parte- aprovechó magistralmente las tradiciones democráticas revolucionarias de los “padres de la patria” norteamericana para denunciar un poder que traicionaba sus propios Dioses democráticos cuando les convenía. Gracias a su brillante autodefensa el juez le dio a elegir entre pasar quince días en un taller penitenciario o pagar una multa de quince dólares. Eligio la cárcel y la sala entera la aplaudió. No era de extrañar que Emma pareciera una auténtica bestia negra a unas autoridades puritanas e hipócritas. Desde los medios de comunicación se escribieron cosas como: “Emma Goldman fue enviada a prisión por sostener que las mujeres no siempre deben mantener la boca cerrada y su útero abierto.”
Después de pasar 15 días en un taller penitenciario, Emma fue encarcelada durante dos años y deportada tras la primera guerra mundial por sus denuncias del conflicto bélico y dedico el resto de su vida a combatir por el anarquismo, primero en Rusia contra los bolcheviques y después en España, durante la guerra civil.
En 1931 escribió su autobiografía Living my life (Vivir mi vida) que será un gran éxito editorial internacional y que representa su mayor esfuerzo literario.

El 17 de enero de 1940 una hemorragia cerebral le causó la muerte, fue enterrada en Chicago. Con ella moría en cierta medida, toda una época; moría una mujer que sería la más alta expresión del feminismo libertario cuyos frutos sobrepasa rían el campo de la anarquía y extendería su influencia entre todas las ramas del feminismo radical.

En sus discursos y escritos, Emma siempre unirá anarquismo y feminismo.


“Ninguna guerra se justifica si no es con el propósito de derrocar el sistema capitalista y establecer el control industrial de la clase trabajadora". (Emma Goldman)

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